Home | Sobre la autora

viernes, 22 de noviembre de 2013

Amantes | Okayama | Oneshot

Título: Amantes.

Pareja: Okamoto Keito/Yamada Ryosuke (Okayama).

Género: Slash, shounen ai, yaoi.

Extensión: Oneshot, (2.120 palabras).

Trama: Fluffy (WAFF).

Fiction Rated: K (9+).

Nota: La verdad es que he tenido un golpe brusco de inspiración y me siento muy feliz por ello porque no quería que pasase mucho tiempo para actualizar, de verdad quiero tener el blog vivito, no quiero que se me muera de nuevo. ): En fin, este oneshot tiene una dedicatoria muy especial. Es para mi esposa, la cual amo mucho y me hace muy feliz. ♥(: Bonita mía, este es el fic que me habías pedido, y no pude evitar imaginarme a los niños asds. Te amo y espero te guste♥. Y a las lectoras, ¡Gracias por leer! Aunque la mayoría no se toma el tiempo de comentar, las cantidades de visita han subido tanto y he quedado realmente feliz. Enserio, gracias. Y sin más, disfruten este pequeño oneshot.


El joven caminaba cabizbajo a través de las calles desiertas de la ciudad. Llevaba las manos ocultas dentro de los bolsillos delanteros del pantalón y la capucha cubriendo su cabeza, impidiendo, así, la exposición no deseada de su rostro. Los copos de nieves caían a su alrededor, la temperatura se encontraba bajísima aquella noche y el vaho se escapaba de entre sus labios cada que exhalaba aire al respirar.

Se encontraba ciertamente agitado, pero no gracias a ningún esfuerzo físico.

Okamoto continuó su andar, sin tener noción del tiempo ni del lugar, sin embargo, la cabeza del muchacho se alzó cuando percibió cierta presencia ajena. Sus ojos se achicaron en sospecha e inconscientemente se mordió el labio inferior al haber reconocido el cuerpo reposado a un lado de la entrada del edificio en donde residía. No pudo distinguir con claridad su rostro, pero la complexión de aquella persona se le hacía imposible de no reconocer y aquel punto rojizo/anaranjado que distinguió a lo lejos confirmó sus sospechas.  
Ryosuke lucía tan sexy cuando fumaba.

Tal parece que le estaba esperando.

Liberó un ligero bufido y volvió la cabeza hacia abajo, prefiriendo así ignorar a escuchar cosas que, simplemente, no deseaba oír. De nueva cuenta retomó su andar calmo y se aproximó más a aquella presencia que, como Okamoto sabía, también se hallaba atenta a él.
Frunció con levedad el ceño mientras su mente viajaba entre dudas y contradicciones. ¿Qué hacía Ryosuke allí? ¿Qué necesidad de ir hasta su edificio? ¿Quería restregarle todo en la cara? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Suspiró. Ya no debía pensar en ello porque simplemente no le importaba. Ryosuke ya no le importaba o, más bien, ya no debía importarle. No debía importarle qué hacía con su vida, a quién quería, con quién quería estar. Suficiente había tenido con su persona, no debía seguir torturándose por un amor no correspondido.

Finalmente se encontró a un par de metros de la entrada de su edificio. Se alegró, pero al mismo tiempo se aterró. Era necesario pasar frente a la presencia del menor y, justo en aquel momento, lo que menos le apetecía era toparse con él. Sin embargo, al ser algo inevitable, tan solo se rehusó y posó la mirada en las tiendas del otro lado de la calle, buscando una distracción a la par que suprimía aquel par de metros e ignoraba a cierto alguien. Pero a Ryosuke nunca le gustó que le ignoraran y no pasó mucho hasta que sintió cómo le tomaban del antebrazo con cierta brusquedad. Okamoto jadeó frustrado. Casi lo lograba.

― ¿Qué quieres, Ryosuke? ― Okamoto frunció el ceño con mayor intensidad que con anterioridad, librándose de aquel agarre que no tardó en volver a sentir segundos después.

― ¿Por qué te fuiste así? ― El más bajo cuestionó en un reproche, como si tuviese tal derecho de reprocharle por algo así. Como si en realidad tuviese el derecho de reprocharle por lo que sea.

― Qué te importa ― masculló con simpleza Okamoto y se liberó finalmente de aquel agarre, volviendo a retomar su camino en grandes zancadas para, al fin, adentrarse en su edificio, notando claramente cómo Ryosuke le pisaba los talones. ― Vete Ryosuke, no tengo ganas de acostarme contigo hoy.

― ¡Idiota! ― Exclamó furioso el nombrado, acercándose de inmediato al cuerpo del moreno y tomándole con brusquedad del hombro para así poder girar su cuerpo y tenerle de frente, encarándole. ― Eres un idiota, Okamoto. Un tremendo y estúpido idiota. ― Escupió sus palabras, observando la ahora indiferente mirada del alto.

― Seré lo que sea, ya me da igual viniendo de ti.

― ¡Keito! ― Exclamó el joven cuando Okamoto, una vez más, decidió ignorarle y retomar su camino al ascensor.

Yamada sintió terror. Por primera vez, en aquella extraña relación, se sentía realmente asustado. Okamoto lucía decidido y cansado. Como si ya no quisiese más. Y él, simplemente, debía impedir eso.
Corrió con rapidez, suprimiendo velozmente la gran distancia que ya les separaba, logrando darle alcance ya dentro del ascensor, segundos antes que las puertas de éste se cerrasen.
Okamoto le observó inmutado, suponiendo que tendría a Ryosuke detrás suyo hasta que llegasen a su departamento, pero estaba decidido, de ahí no pasaba.

― Keito... ― Fue aquel simple y levemente agitado susurro el que le llamó la atención. Sonaba débil y apagado, y Okamoto no pudo evitar llevar su mirada hacia Ryosuke, notando lo afligido que éste lucía. Él también se sintió afligido. Afligido y débil, porque de inmediato se preocupó y eso, se suponía, no debía entrar en sus planes.

― ¿Qué? ― Ryosuke le miró, acercándose un par de pasos, y Okamoto se halló tensándose.

― He terminado con ella. ― Okamoto abrió los ojos de par en par al oír aquellas palabras y observó, incrédulo, al menor.

¿Podría ser cierto?

― ¿Q... Qué?

― Lo que oíste.

― No te creo.

― Pues, créeme. ― Yamada sonrió con lasciva y Okamoto se mordió el labio inferior, huyendo de su mirada, ya no queriendo sentirse débil, cegado por el menor, por sus encantos y sus no encantos. Quiso ser fuerte una vez en su vida, porque sabía que si no lo hacía, terminaría sufriendo una vez más, como le había ocurrido aquella noche, cuando pilló a Ryosuke y a su chica, juntos, en una cita.

Recordar el motivo de su enojo le hizo enfurecer aún más y, aprovechando que las puertas del ascensor se abrieron en su piso, pasó junto al más bajo sin medirse al momento en que hizo chocar su hombro con el del más bajo, ignorando el hecho de que éste prácticamente había girado todo su cuerpo a causa del choque, pudiendo sólo observar la espalda de Okamoto cuando éste se dirigía a su apartamento, como si sus palabras no le hubiesen importado en lo más mínimo. Como si Ryosuke ya no le importase.

Yamada se sintió aterrado. ¿Podría ser que aquel día finalmente había llegado? El día en que Keito se cansase de él. El día en que Keito le fuese a abandonar.

― ¡NO! ― Exclamó con terror y corrió una vez más.

Pese de haber oído aquel grito, no se giró en ningún momento y sólo se dio el lujo de detenerse cuando se encontró fuera del apartamento 5D. Buscó las llaves desesperado y, con los nervios a flor de piel, intentó abrir la puerta de su hogar de una buena vez, alarmándose al sentir los rápidos pasos del menor acercarse hacia donde se encontraba. Maldijo su torpeza una y otra vez, y al haber abierto la puerta del departamento, suspiró aliviado, pero ya era demasiado tarde.

― ¡Espera! ― Gritaba Ryosuke, sin importarle en lo más mínimo que sus gritos pudiesen llegar a molestar a los vecinos de su ahora no amante. ― ¡Keito, espera!

Le alcanzó justo en el momento en que el otro estuvo a punto de cerrarle la puerta en la cara, logrando así interponerse entre su cuerpo y la pieza de madera, ingresando al departamento prácticamente a la fuerza y cerrando la puerta a sus espaldas de un fuerte portazo.
Con el ceño fruncido, Okamoto le observaba escéptico desde su lugar, sin poder creer que Ryosuke llegase hasta esos extremos para que ambos se fuesen a la cama.

― Vete, Ryosuke.

― No.

― Ryosuke...

― ¡Te digo que no! Idiota... ― Okamoto abrió sus ojos más de lo normal cuando distinguió cierta humedad teñir las mejillas del más bajo, quien ahora se hallaba con la cabeza gacha y sus manos echas un puño a cada lado de su cuerpo. ― ¿Así que pensabas librarte de mí con facilidad? Idiota ― repitió en un débil susurro, Ryosuke.

Keito rió con ironía y molestia, ignorando el hecho que Ryosuke había comenzado a acercarse a él con pasos tímidos, deteniéndose sólo cuando recibió la endurecida mirada del más alto, quien sólo en aquel momento había notado lo cerca que Yamada se encontraba, pudiendo chocar fácilmente con él si se disponía a dar un simple y pequeño paso.

― No te creo nada, vete. ― Ryosuke bufó en un evidente quejido de protesta, sin embargo, ya no dijo nada más y permaneció en silencio por unos cuantos segundos, intentando huir de la opción de mostrarse como en verdad se sentía frente a los ojos del moreno, pero tal parecía que aquello era inevitable.

― He terminado con ella, de verdad... ― Aquello le sonó a una súplica. Ryosuke estaba suplicando que le creyese, y la mirada de Okamoto se endulzó. ¿Hacía bien en creerle? No lo sabía y tampoco deseaba averiguarlo. Yamada era su debilidad públicamente declarada, y él no podía negarse a su menor.

― ¿Y qué quieres que haga yo? ¿Quieres que haga una fiesta por ello? ― A pesar de haber utilizado cierto tono burlón e irónico, sus labios se habían curvado en una leve sonrisa, y su rostro se encontraba inclinado levemente hacia abajo, perfecto para que su mirada se encontrase con la del castaño.

― Quiero que estés conmigo, idiota. ― Ryosuke sonó tan decisivo y seguro... a pesar de que aún tenía rastros de lágrimas en sus ojos; a pesar de que un tierno rubor le coloreaba las mejillas; a pesar de que sus labios formaban un pequeño e inconsciente mohín que se veía malditamente besable. Y a pesar de que Yamada Ryosuke era un maldito adorable, sonaba tan seguro y confiado, que Okamoto se sintió más débil que nunca.

Oh, estaba tan enamorado.

― ¿Por qué? ― Y, a pesar de todo, sentía esa casi diminuta pizca de inseguridad que no le dejaba dejarse llevar del todo.

― Porque te amo. ― Simple, seguro y adorable.

Okamoto le miró descolocado y ya no supo qué decir, qué hacer. Su corazón chocó con fuerza en su pecho y sus manos comenzaron a temblar de ansias; su mirada viajaba del suelo a los ojos de Ryosuke, una y otra vez, realmente incrédulo.
Hacía más de un año que se encontraban metidos en aquella aventura. Eran amantes, se acostaban casi todas las semanas, pero era sexo, sexo “sin sentimiento”, ¿Y ahora venían los dos a amarse mutuamente?

― ¿L... Lo dices ens...

― Lo digo enserio. Te amo y mucho. Estoy enamorado de ti, Keito, y quiero que estés conmigo. ― ¿Acaso podía ser menos romántico? Okamoto agachó el rostro una vez más y liberó una torpe y aireada risa. Se sentía feliz, increíblemente feliz, pero no deseaba exteriorizarlo del todo. ― ¿Te estás burlando de mí acaso? ― La risa de Keito aumentó un tanto más. ― ¡Keito!

― Ya, ya, perdón. No me estoy burlando de ti, tonto ― susurró, Okamoto, mientras su mirada se encontraba una vez más con la de su amado. ― Así que quieres que esté contigo...

― Sí.

― ¿Así como novios?

― Nada de así. Quiero que seamos novios, Keito. ¿Eres tonto o qué? ¿Tan difícil es de entenderlo?... ― Okamoto se rió una vez más por aquel regaño que recibió e, ignorando totalmente ese hecho, inclinó el rostro hacia el ajeno, haciendo coincidir sus labios con los de Ryosuke en un pequeño y húmedo beso que no se pudo contener a robar.

― Ryosuke, te amo... ¿Quieres ser mi novio? ― Susurró Okamoto sobre la boca de Yamada, observándole con los ojos apenas entreabiertos, lo suficiente para deslumbrarse con la expresión sumamente avergonzada que golpeó el rostro de su menor.

― Sabes que sí, idiota. ― Okamoto se carcajeó, porque fuera de molestarle la actitud de su amado, le encantaba. Le encantaba que fuese tan orgulloso como para mostrarse avergonzado frente a sus ojos, porque Okamoto sabía perfectamente cómo hacer para verle en plena vergüenza total, y no dejaba pasar ni una oportunidad.

― Ven... ― Le tomó de la mano, intercalando sus dedos con los propios sin pudor alguno y jalándolo con suavidad para que ambos comenzasen a caminar. ― Vamos a mi cuarto. ― Susurró lo obvio, inconscientemente ruborizado.

― ¿A-ah? ― Bufó como si le molestase. ― Eres un pervertido, Okamoto ― se quejó, sin embargo, apuró el paso, siendo ahora él quien jalaba de la mano del más alto en dirección a su cuarto.

Okamoto rió ante lo obvio que su menor podía ser y, regalándole un suave apretón en su mano, le llamó la atención a la par que le lanzaba un beso al aire.

― Tú también lo eres, y por eso te encanta lo pervertido que soy.

Yamada se giró y le regaló una pequeña y traviesa sonrisa, la más hermosa de todas. Definitivamente, estaba totalmente enamorado de su pequeño y gruñón Ryosuke.



Las quiero♥.

3 comentarios:

  1. Dios!!!, Dios, Dios, Dios!

    Amo a esta pareja, me declaro enamorada de esta pareja y de tus OkaYama, o si señor!

    No podía, desde que le vio yo estaba "No seas gilipollas Keito, que este viene a decirte eso que tanto esperas!" Y Keito dale que te dale, ¡¡¡cómo me has hecho sufrir!!!!

    ¿He dicho que adoro tus finales? Se te dan tan bien, son magistrales!!

    Quiero otro, ya, ahora, aquí, ya de ya

    Te quiero mi bonita <3

    ResponderEliminar
  2. okayama!!!!! no hay mucho okayama en el mundo pero este es tan tan lindooo~`~
    me encanto.. *O*

    ResponderEliminar
  3. Ooooow que bonito!! Es el primer OkaYama que leo y tu lo has hecho hermoso, adorable y tan romántico que siento que podría llorar de la emoción. *3*
    Me encanta lo que haces, todo lo que escribes!

    ResponderEliminar

Un pequeño comentario me haría realmente feliz y tú estarías alentándome a escribir mucho más. Gracias. ♥(: