Home | Sobre la autora

martes, 4 de junio de 2013

Yujo wa ai ni kawatta | YamaJima | Oneshot

Título: Yujo wa ai ni kawatta.

Pareja: Yamada Ryosuke/Nakajima Yuto (YamaJima).

Género: Slash, shounen ai, yaoi, lime.

Extensión: Oneshot (2.768 palabras).

Trama: Fluffy (WAFF).

Fiction Rated: M (16+).

Nota: Y de repente me sentí con muchísima inspiración, se me vino una idea a la cabeza y me puse a escribir como loca. Quizás se note mucho lo influenciada que me siento, pero fue inconsciente, y me retaba mentalmente por quizás usar expresiones, pero no lo pude evitar. Así que si sienten que es plagio, lo acepto(?). Seguramente hayan poquitas personas que lo lean, porque ya no muchas se pasan al blog por lo inactivo que está. Perdón, tuve una crisis, y dejé de escribir. No sé si voy a seguir escribiendo, pero cuando el bichito de la inspiración me pique, ¡Les prometo venir con algo nuevo! Gracias de corazón por leerme♥


La brisa fría de invierno, le helaba las manos y enrojecía sus mejillas.

– Amor – Dijeron a sus espaldas con una voz dulce y cálida. Yuto se giró rápidamente, encontrándose allí, frente a sus ojos, a Keito, su novio. Le sonreía con esa gracia y ternura única en él, agitando un poco su corazón. Sólo un poco. – Me ha sorprendido tu llamado, creí que estarías ocupado hoy... – Le vio acercarse, con la ilusión impregnada en sus ojos, y sintió culpa.

– Es que quería hablar contigo... ¿Estabas ocupado?

– Sabes que para ti nunca estoy ocupado, mi amor – Y sus labios sintieron ese tacto que no aborrecía, pero que tampoco deseaba ya. Y le respondió por compromiso, por culpa, porque no quería ver una expresión dolida en su rostro, aunque sabía que aquello sería inevitable aquella tarde. – ¿De qué querías hablar?

De nuevo le dedicó una de esas sonrisas, tan amplias, llenas de vida y felicidad. Él, en cambio, agachó un poco la cabeza, se mordió el labio inferior con inseguridad, y aquella tranquilidad reflejada en el rostro del mayor se esfumó repentinamente. Porque conocía perfectamente esa expresión que se posaba en el rostro de su novio. Y sabía que nada bueno se avecinaba. Y se asustó.

– Amor... ¿Qué pasa?

– Yo... Creo que yo... K– Keito...... – Balbuceaba oraciones incoherentes, mientras sus manos hacían ademanes que no expresaban nada en concreto. Estaba nervioso, no encontraba las palabras adecuadas para expresar eso que sentía, y la expresión desconcertada en el rostro del mayor le exasperaba y aumentaba sus nervios.

– Yuto – Exigió demandante Okamoto, ganándose la mirada del menor, como esperaba. – Dime... No tengas miedo, soy yo...

Yuto no supo qué más decir. No podía, le costaba, le dolía decir aquellas palabras, simplemente su corazón no era lo suficientemente fuerte para terminar con el mayor. Para verle sufrir. No...

– N– No es nada... – Murmuró con una torcida sonrisa en el rostro. Una que expresaba todo, menos felicidad, tranquilidad. Y mucho menos, seguridad. Y Okamoto le conocía tanto, que no se sintió para nada convencido al verle. Llevaban tanto tiempo ya en pareja, tanto tiempo él enamorado del menor, que era imposible que una fingida sonrisa lograse convencerle.

– Eso no es cierto. Anda, dime, no pasa nada, mi amor. – Nakajima bufó.

Ya no se sentía nada bien que le llamara así, ya no quería ser llamado así. Por él no.

Y Keito percibió que estaba cerca de la verdad, porque a Yuto le había molestado que usara esa forma cariñosa y amorosa de llamarle. Lo notó claramente en esa mueca, que seguramente el menor ni había notado que expresaba. Nuevamente sintió miedo, ¿Por qué esa reacción? No había que ser un humano demasiado inteligente para saber que aquello no era nada bueno, que ponía en riesgo su relación. Que el recordara, no habían tenido una discusión, una indiferencia, un motivo por el cual el menor estuviese ahora enojado con él. Sin embargo, siempre estaba la posibilidad, después de todo, él no era alguien demasiado observador.

– ¿Estás molesto conmigo?

– No... – La respuesta fue tan rápida, que ya no sintió miedo, sino pánico. – Keito...

– Dime.

– Creo... que quiero a alguien más... – Finalmente lo dijo, y ese enorme peso que cargaba en sus hombros desapareció como por arte de magia.

Su mirada, que fija en el suelo se había estado encontrando en todo ese momento, se elevó para observar el rostro del menor, desconcertado, perplejo y dolido. Se mordió con más fuerza el labio, odiándose.




Tres días habían transcurrido exactamente. Tres días en los que el odio por sí mismo aumentaba tras el paso de cada uno. ¿Cómo había podido? Acabar con aquella relación perfecta, llena de amor, de cariño, de mimos. Llena de besos y abrazos. Llena de ‘Te amo’ y ‘Te quiero’. Llena de ‘Eres el amor de mi vida’. Llena de todo... Y de nada. Porque él ya no sentía lo mismo que a un comienzo. Podría engañarse a sí mismo, pero no a su, ahora, ex novio. Lo que menos quería era decirle palabras que, en realidad, eran puras mentiras que sólo decía para no lastimarle. Keito le había dado tanto, le había llenado de tanta vida, que era imposible el no querer lastimarle. Sentía tanto aprecio por él. Pero no podía, no podía mentirle, y no lo haría. Ya había terminado con la relación, como se debía, y ahora era libre.

Además, alguien no dejaba de rondar en su cabeza. Ese alguien... Que se había convertido en la causa del rompimiento con el mayor. Ese alguien que no le dejaba estar tranquilo, y que le tenía como tonto recién enamorado nuevamente.

A pesar de todos sus intentos por negarse a ese nuevo amor, fue imposible. Últimamente pasaba mucho tiempo a su lado, más de lo normal, como en los viejos tiempos.

– Yama-chan

– ¡Yuto! Hola, ¿Cómo estás?

Y ahí estaba de nuevo, llamándole en medio de la noche, con esa excusa barata de que no podía dormir, que sufría insomnio. Y agradecía infinitamente a que el mayor realmente pasase por ello, porque desde hacía siempre que Ryosuke tenía un sueño extraño, durmiéndose siempre a muy altas horas de la noche, y despertando bien tarde, a mitad de la hora de la siesta.

En un comienzo sus padres habían intentado cambiar aquello, mandándolo a la cama bien temprano, cuidando que sus horas de sueños fuesen las correctas, pero eso se descontroló nuevamente cuando el castaño tomó riendas de su vida y comenzó a vivir solo, en un departamento que pagaba con su propio salario.

– Pues, no puedo dormir...

– ¿Otra vez? Qué extraño, eso no es normal en ti. ¿No has probado con ir al médico? Quizás sea una enfermedad, o algo extraño que hayas pescado... – Sonrió inmensamente para sí mismo. Era tan lindo... Preocupándose por él de esa manera.

– Descuida, no debe ser nada grave, seguro pronto se me pasa. – Dijo despreocupadamente, después de todo, lo último que deseaba era que Yamada se preocupase de sobremanera por él.

– ¿Estás seguro? Si quieres voy a hacerte compañía, quizás encontramos algo que pueda hacerte dormir, y aprovechamos para pasar una noche de mejores amigos, como en los viejos tiempos, ¿Qué dices? – Dijo Ryosuke con puro entusiasmo, y la idea simplemente le encantó, sintiéndose contagiado por ese entusiasmo que no le dejó ni siquiera sopesar la idea en negarse.

– Me parece perfecto, aquí te espero. – Desde sus respectivos hogares, ambos sonrieron con amplitud.

Su espera no duró más de veinte minutos. Agradecía que la distancia del departamento del menor con el propio no fuesen más de veinte cuadras, de esa forma podían llegar rápido de un lugar al otro, aunque las ansias aumentaban a cada minuto. Deseaba verlo, y ya. Esa noche se había dispuesto a aclarar totalmente sus sentimientos, a confirmar si realmente estaba enamorado de su mejor amigo, o sólo era una confusión de sentimientos.

Habían varias pistas que estaban a favor del enamoramiento. Cómo el mayor rondaba en su cabeza todos los días; esa necesidad de verle, o simplemente escuchar su voz al menos unos minutos, viéndose esto reflejado en esas llamadas que le dedicaba a mitad de la noche, cuando ya se había cansado de dar vueltas en la cama; como últimamente había comenzado a enumerar cada cosa que le gustaba de Yamada Ryosuke. Su cabello, su voz, su sonrisa...

Y por último, lo agitado que su corazón se ponía de sólo oír el sonido del golpeteo en la puerta, anunciando su  llegada.

– ¡Ya voy!

Y ahí estaban las ansias de nuevo, brotando insensatamente, sin dejarle pensar claramente.

Yuto se puso de pie y corrió hacia la puerta, preguntándose por qué no había estado esperando al mayor junto a ella, era más cerca, y podía verle más rápido.

– Hola. – Sonrió Ryosuke cuando sus ojos se encontraron con la figura del alto apenas éste le abrió la puerta. Y como si fuese su propia casa, ingresó tranquilamente sin esperar a que el menor le indicase que lo hiciese

– Hola... – Medio murmuró Yuto, con el corazón golpeándole el pecho intensamente. Cerró la puerta, y esperó a que el mayor ya estuviese listo, ingresando a su departamento con él, dedicándose miradas y sonrisas torpes y nerviosas.

– Lamento haberte hecho venir hasta aquí a esta hora.

– No seas tonto, no pasa nada.

Estaban nerviosos, del exterior se notaba, pero ellos sí que no lo notaban

Ambos se dirigieron a la sala, comenzando a conversar algo más fluidamente, intentando dejar ese revoltijo en sus estómagos atrás, concentrándose en la agradable compañía del otro. En ese momento que tanto habían estado añorando.

Rieron mucho, recordando viejos momentos, cuando eran inseparables y nada importaba en su mundo. Cuando Yuto no estaba con Keito, y Ryosuke disfrutaba del menor para sí solo. Porque desde que el menor se había puesto de pareja con el mayor, todo había cambiado. Las salidas, de a poco, iban disminuyendo hasta hacerse nulas. No se veían, no se llamaban, no se necesitaban. Cada uno siguiendo el rumbo de su vida, recordándose de vez en cuando, pero como algo pasajero, porque habían cosas más importantes, prioridades que superaban el recuerdo vago de alguien que era tu mejor amigo, pero que simplemente se te había olvidado estar al pendiente de él.

– ¿Tienes hambre? – Preguntó repentinamente el menor, luego de un rato largo de que ambos se encontraban recostados en la alfombra de la sala.

– De hecho, sí tengo – Rió ligeramente el castaño. – ¿Qué tienes de comer?

– Pues, no lo sé. Vayamos a verificar. – Y poniéndose de pie le extendió la mano al mayor, quien dudoso observó ese gesto, pero siéndole imposible de negarse a él, sosteniendo su mano con la propia y aceptando aquel suave jalón que le ayudó a ponerse de pie. Y cuando tuvo intensiones de soltar la mano de Yuto, éste intercaló sus dedos con los suyos suavemente, hasta tímido, y se lo llevó a la cocina.

Fue un corto trayecto, no era un departamento muy grande, y las distancias eran algo cortas. Pero el camino de la sala a la cocina se sintió eterno, con sus corazones palpitando más intensos que antes, y sus mejillas conteniendo un calorcito singular. Yuto, manteniendo su avergonzada vista al frente, sin atreverse a mirar al mayor, quien observaba la unión entre sus manos anonado mientras caminaban. No era la primera vez que se tomaban de las manos, pero esta vez era diferente. Se sentía diferente, especial.

Y cuando llegaron a su destino, no quisieron separarse, pero lo hicieron muy a su pesar, por temor a que el otro notase su propia reacción. Porque Yuto no había notado lo nervioso que Ryosuke se había puesto, y Ryosuke no había notado lo nervioso que Yuto se había puesto..

– ¿Qué deseas comer? – Preguntó Yuto torpe, girándose finalmente y mirándole con una sonrisita nerviosa.

– Lo que sea por mí está bien. – Ambos se sonrieron, y sólo en ese momento se permitieron relajarse, y dejar que las emociones simplemente fluyesen.

Porque por fin lo habían entendido, había un sentimiento en común.

Yuto se dirigió al refrigerador, seguido por el mayor, y ambos inspeccionaron los alimentos pensando en qué podían comer, y cuando se decidieron, juntos se prepararon un aperitivo de madrugada y volvieron a la sala aún riendo de sus propios chistes sonsos, con cada uno un lato de comida en una mano, y una bebida refrescante en la otra. Y al ya estar acomodados nuevamente, cada uno en su lugar, comenzaron a comer.






El tiempo pasó rápido, los platos sucios quedaron a un lado, la luz de la sala se apagó, y ellos se dirigieron al cuarto del menor, con los párpados pesándoles del sueño ya, pero con esas imborrables sonrisas aún posadas en sus rostros. Yuto buscó un par de prendas que le sirviesen al mayor como pijama, y cuando ya estuvieron ambos vestidos decidieron descansar.

El primero en recostarse fue Ryosuke, metiéndose debajo de las cobijas y acurrucándose en uno de los extremos de la cama, dejando suficiente lugar para el menor, ya que la cama no era tan grande. Mientras tanto, Yuto se aseguraba de que la puerta de la casa estuviese debidamente cerrada, regresando al cuarto y apagando la luz a la pasada sin necesitarla para dirigirse a su cama ya que se sabía el camino prácticamente de memoria.

Ingresó debajo de las cobijas, y buscó chocar intencionalmente con el cuerpo del mayor, quedando ambos bien cerca uno del otro. Y como si fuese algo tan sencillo, el sueño comenzó a desaparecer de a poco. Tampoco era la primera vez que dormían juntos, pero ahora las cosas eran diferentes. Ahora querían abrazarse en la cama, ahora querían buscar más y más cercanía entre sus cuerpos. Ahora estaban nerviosos, y eso antes no sucedía.

Yuto se giró un poco, quedando recostado de medio lado de cara al menor, fingiendo ligeramente que estaba dormido, pero buscando encontrarse con la mirada del otro entre medio de la oscuridad del cuarto.

Y eso no fue difícil, la mirada del alto era intensa, cautivante y atrayente, y Ryosuke se vio rápidamente girando el rostro, encontrándose con esos ojos que le piraban esperanzados, brillantes e ilusionados. Su corazón chocaba en su pecho a tal punto de doler. Estaba nervioso, tan nervioso...

Y en un acto impulsivo, Nakajima se acercó, rápido y desprevenido, deteniéndose apenas a un par de centímetros del rostro del mayor, con sus respiraciones entremezclándose y sus ojos encontrándose con mayor intensidad, sin animarse a continuar. Pero lo necesitaba... Necesitaba de ese contacto que disiparía sus dudas, pero por sobre todo, necesitaba besarle porque sentía un deseo febril por besarle.

Y lo hizo. Simplemente avanzó ese par de centímetros, y le sintió. Sintió esos suaves labios, ese delicioso sabor, esa combinación tan perfecta que simplemente le cautivó, le dejó perplejo.

Ryosuke abrió sus ojos más de lo normal, esperándoselo, pero al mismo tiempo no esperándoselo. Tenía el rostro enrojecido, el corazón a punto de salírsele del pecho. Estaba shockeado, paralizado, su cuerpo se había inclinado levemente para atrás, pero Yuto sostuvo sus manos y lo mantuvo cerca, con sus labios unidos.

Se separaron escasos segundos, en donde el alto observó al más bajo detalladamente, con un brillo único, con una fasinación inexplicable, como si acabase de descubrir algo maravilloso.

Como si acabase de descubrir que los labios de Ryosuke eran los más deliciosos que hubiese probado en su vida, como si acabase de descubrir que estaba cautivado, cegado del menor.

Como si acabase de descubrir que estaba locamente enamorado de él.

Le miró a los ojos, agitado, desviando por momento su mirada hacia sus tan bien formados labios, y no pudo contenerse más, besándolo de nuevo, con cortos y húmedos besos que Ryosuke respondía con torpeza, sin poder ser capaz de reaccionar por completo aún, pero dejándose llevar a medida que sus labios se unían por completo. Llevando inconscientemente sus manos en torno al cuello del menor, presionándolo y pegando más su rostro al suyo, casi obligándolo a que le besase más, a que no se separase por nada de sus labios. Acababa de descubrir que le encantaban sus besos, sus ojos observándole de esa manera, como nadie nunca le había observado, sus manos tomando su cintura entre sus manos y apegándolo contra sí.

– Me gustas, Ryosuke... – Un simple susurro que se perdió entre sus labios uniéndose, tan bajo, casi silencioso, pero tan perceptible para el menor, haciendo temblar a sus manos de la emoción. – Te amo...

Y cómo le amaba. Como amaba ese cuerpo que se estaba desplomando entre sus brazos, esos labios fundirse en un sentimiento desesperado con los propios.. Como amaba a Ryosuke y a esa manía que tenía de volverlo loco.

– T-te amo, Yuto...

Un sentimiento que acababan de descubrir, un amor que acababa de empezar, porque a veces, hay amores que te hacen olvidar rápidamente de esos que creías irremplazables. Porque hay ocasiones en las que personas cambian bruscamente tu mundo, dejándote a la deriva, sin saber qué hacer, sin saber cómo actuar.

Pero luego, son ellas mismas las que te guían en la vida, convirtiéndose ellos en tu vida misma.

Porque ahora estaba enamorado de Ryosuke, y él había logrado apagar la llama de su antiguo amor, ocupando ese lugar que quizás hacía tiempo había estado reservado para él, durante todos esos años de amistad, de recuerdos, le alegrías, de tristezas a su lado, y sólo en ese momento lo había logrado notar.

Porque él amaba a Ryosuke, y eso nadie lo iba a poder cambiar.

3 comentarios:

  1. Te lo acabo de comentar, pero no sé si aún has visto el mensajito, al entrar y mirar por encima vi esta frase "Como si acabase de descubrir que los labios de Ryosuke eran los más deliciosos que hubiese probado en su vida, como si acabase de descubrir que estaba cautivado, cegado del menor."

    Y al leerlo entero... cobró aún más sentido, cada frase, cada palabra dada. cada sentimiento. Gracias por el Yuto que acabas de mostrarme, nunca había sentido tanta ternura hacia él.

    Maravilloso mi vida. te quiero y estas cosas me hacen ver porque te quiero tanto :)

    ResponderEliminar
  2. Me enamoré!! En serio!! ;__;
    Fue tan bello!! Me encanta la forma en la que narraste el desarrollo de ese sentimiento que afloró poco a poco a pesar de que ya existía dentro de cada uno. La forma en la que dejas caer esa bomba tan estrepitosa del "Te amo" y logras que uno suspiré y sienta volar mientras continua la lectura. Lo amé, en serio me encanto!!

    ResponderEliminar
  3. hermosoooooooo!!! me encanta como escribes! increible y hermoso yamajima

    ResponderEliminar

Un pequeño comentario me haría realmente feliz y tú estarías alentándome a escribir mucho más. Gracias. ♥(: